Renunciamos a ser llamados visitantes, extranjeros o forasteros. Iniciamos un nuevo viaje, para convertirnos en habitantes del campo, en pobladores de buenas costumbres, en fundadores del respeto por el entorno, los recursos y la vida.
Renunciamos a vivir afanados, con prisa y sin rumbo. Queremos ser parte del paisaje, movernos a su ritmo, volar con la mente al igual que las aves, sentirnos libres y auténticos, guardianes de nuestra salud y protectores del entorno.